El cine sana. Nos hace más abiertos. Más curiosos. Más tolerantes. Más sensibles. Mejores. Es una pasión capaz de darnos alas y cobijo, refugio y algo de paz en estos tiempos convulsos. El cine consigue hacernos olvidar y otras muchas veces recordar. El cine educa.
Nuestro cine no solo habla de películas. Sino del compromiso, de la lucha, del barrio y de la fe. Nuestro cine habla del altruismo y del trabajo en equipo, de la empatía y de la fuerza imparable de la gente. Por eso, CineCiutat no apaga proyectores y sigue aquí para su gente.
En una ciudad asolada por la tristeza, siempre nos quedará CineCiutat. Si estos días necesitáis consuelo y cobijo, estaremos encantados de haceros un hueco entre el 30% de aforo permitido. La cultura, además de segura, es sanadora.
Está siendo duro, pero podremos con ello.