Dura, real, acongojante, conmovedora y brillante.
Puede que sea el Gaspar Noé más tierno y sensible, menos duro y frenético, pero más bestial en la crudeza de una realidad a la que no siempre queremos mirar a los ojos.
La triste crónica de la vejez, sus sombras, miedos y su implacable llegada. Una elegía dura defendida maravillosamente bien por dos actores, Dario Argento y Françoise Lebrun, que se enfrentaron a un guión libre y abierto, improvisado.
Vortex es el final de una fiesta efímera. Como no se cansa de defender su protagonista, el cine es sueño y, a veces, es desgarrador.
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