Más que la película, que sí, me gusta la carta de amor a las mujeres en la que se ha convertido. Una carta a diferentes tipos de mujeres que en esta película confluyen en una sola: Ramona.
Una mujer que guarda el dinero bajo la pica y que se echa ambientador sobre la ropa o desodorante o lo que sea dios que guarda bajo el fregadero, pero que tiene más dignidad que muchas de esas que pasean perlas y susurros.
Ramona siempre sabe qué decir, menos en su casa.
Ramona es de esa clase de mujer que levanta la voz frente a las injusticias, que habla, que grita, que se carcajea, que limpia, que friega, que cocina, que conduce, que se desgarra y se desangra. Ramona, que no para para no romperse, fuma, bebe, duerme poco y sufre mucho. Ramona es una mujer de las que quieren tanto, tantísimo, que no dejan espacio para la ternura.
Una mujer que aúlla y que se duele, pero que nunca se rinde.
María Vázquez se vacía para hacer eso y mucho más.
Vedla y cuidad a las Ramonas que tengáis cerca.
Marta Pérez.