Para los amantes del fantástico Quentin Dupieux no necesita presentación, y es que este cineasta y músico francés lleva más de diez años siendo un habitual del Festival de Cine de Sitges, donde arrasa con cada película. Pero para los demás, bienvenidos al maravilloso, conceptual y divertidísimo universo de este prolífico cineasta con el que quiere trabajar la crème de la crème del star-system francés.

Jean Dujardin, Adèle Exarchopoulos, Benoît Magimel, Adèle Haenel, Vincent Lacoste, Gilles Lellouche… no, no es la alfombra roja de Cannes, sino solo una parte de los grandes actores con los que ha trabajado el cineasta galo. Y es que desde que en 2010 conquistó a la cinefilia con la inclasificable Rubber, Dupieux no deja de regalarnos películas únicas de las que todo el mundo quiere formar parte. Obras que parten de originalísimos high concept para revelarnos aspectos de nuestra condición humana, y lo hace con un sentido del humor que bascula entre lo absurdo y lo humanista, siempre a la altura de sus personajes, riéndose con ellos y no de ellos.

Y ahora llega esta Increíble pero cierto que ganó el premio al mejor guion en el pasado festival de Sitges y que en apenas 75 minutos (¡milagro!) hace una brillante radiografía de las fragilidades humanas a la par que nos divierte y regala ideas sin parar.

La premisa es muy muy original, pero también muy clara: una pareja se compra una casa que tiene una alcantarilla que te transporta a una realidad paralela en la que rejuveneces tres días. Obviamente, Dupieux no se queda ahí, sino que hace un estudio de la obsesión por la belleza y la juventud en el que aparecen hasta penes eléctricos.

En definitiva, lo que en otras manos sería un sesudo estudio de la obsesión por las apariencias de dos horas y media, se convierte, gracias a Dupieux, en una original, divertida y ligera (sin dejar de ser profunda) película en la que lo único a reprocharle es que ojalá hubiéramos pasado más tiempo.

¿Hace cuanto que no deseabais que una película durara más?

Gerard Jaurena