Jaime Rosales nos gusta siempre. Como persona, como director, como amigo y como cinéfilo. Nos gusta su cine y sus elipsis, sus silencios y sus sueños. Nos gusta cómo explora las relaciones humanas y, sobre todo, cómo aborda la juventud y sus vicisitudes.
Si en Hermosa Juventud exploraba su parte más naturalista a través de Ingrid García-Jonsson, en esta ocasión es Anna Castillo la protagonista de sus desvelos: una joven madre soltera que se enamora del hombre equivocado.
Una película sin artificio y con mucha intención que cuenta las peripecias vitales de una madre soltera y los hombres -cobardes, tóxicos, egoístas- que entran y salen de su vida. Un retrato envolvente y creíble que vuelve a reivindicar a Anna Castillo como una de las grandes actrices de nuestro país.
¡Larga vida al cine de Rosales!