¡Salvem els Renoir! gritamos al enterarnos de las malísimas nuevas.
Un cine más apagaba sus luces pero, esta vez, no las encendería para la siguiente sesión.
Con el cierre del Renoir, Mallorca se quedaba sin salas donde disfrutar de ‘otra clase de cine’ en versión original.
‘Todo saldrá bien’ suelen decir los padres cuando ven asomar el puchero. Todos sentimos esa certeza de que esta vez, el final, sería feliz.
Una serie de héroes disfrazados de ciudadanos, de esos que cambian la capa y el antifaz por la camiseta y el vaquero, se pusieron manos a la obra y en menos de tres meses se encendían otra vez las luces, esta vez los neones hacían bailar un nuevo nombre: CineCiutat.
La calle habló y habló muy alto. Alrededor de unas 800 personas, los 800 socios iniciales, depositaron esperanza, confianza y dinero –para qué engañarnos- a sabiendas de que era la gasolina que el cine necesitaba para empezar a andar.
Otros 100 valientes -además de la confianza, esperanza y el dinero- se pusieron el mono de faenar y trabajaron –y siguen trabajando- por lo que hoy es NUESTRO CINE. ¡Gracias, voluntarios, sois nuestros pies y nuestras manos!
Sobre ellos se basa nuestro funcionamiento, que es muy sencillo: una Junta Directiva (elegida cada dos años por la asamblea de socios) es la encargada de las líneas generales del proyecto, delegando el desarrollo de actividades en los círculos de trabajo. Estos tres círculos (Programación, Comunicación, Educativas) están compuestos por voluntarios miembros de la asociación. Del grupo de personas que colaboran en la gestión diaria, 6 son trabajadores contratados (proyección, venta de entradas, labores administrativas, contables y gestión de programación).
Ha pasado el tiempo suficiente como para echar la vista atrás, aunque sea de reojo, y vemos todo lo que hemos conseguido: sobrevivir, vivir, proyectar, ver cine de calidad, que tú veas cine de calidad, socios, voluntarios, medallas, orgullo, frentes muy altas y ganas de hacer (muchas más) cosas.
¡CineCiutat, más que un cine!